Llegó una carta sin franqueo,
solo un nombre, una pequeña fotografía.
Una carta perdida entre ondas de voz
con tinta mágica escrita
en la pantalla de mi ordenador.
Resplandeció el rincón secreto
de mi alcoba, el cofre donde cobijo
estrellas perdidas.
Silenciosa, delicada, surgió de aquel
sobre
una bella figura. En sus ojos
nace la fuente donde el viajero sacia la
sed,
el enfermo recobra la vida.
Tiene agradable rostro de vainilla,
cabellos de sutil campo de maíz,
labios del color de la fruta madura.
Descubrí que esos labios
eran una mariposa con las alas
extendidas,
que volaba solitaria al otro lado del
crisol.
En una estación sin nombre
espero un tren que me lleve hasta sus
alas
para posar sobre ellas las mías.
Besarnos bajo la lluvia,
dejar la pasión de nuestras bocas
eternamente encendida.
En este corredor de los sueños
dibujo corazones con las manos
en las empolvadas ventanillas de los
vagones.
Ingrávido espero que parta el tren;
que la campana de este desvelo de la
salida.
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